Azafata Derrama Café Sobre La Camisa De Un Sexista Y Casi Huye Del Avión Al Descubrir Que Era El Piloto – Historia Del Día

Ser azafata de vuelo parece un trabajo de ensueño: prestigio y viajar suena perfecto. Pero Dina conocía su otra cara: tratar con pasajeros maleducados y enfrentarse al sexismo con regularidad. Un día se enfrentó a un sexista en una cafetería. No sabía que el hombre sobre el que derramó el café era su nuevo piloto. Diana y sus compañeras de vuelo estaban sentadas alrededor de una pequeña mesa en la bulliciosa cafetería del aeropuerto, y sus risas llenaban el aire mientras sorbían humeantes tazas de café.

Era uno de esos raros momentos entre vuelos en los que podían relajarse e intercambiar historias sobre los pasajeros con los que se habían encontrado. Cada auxiliar de vuelo se turnaba para compartir sus experiencias más ridículas o groseras con los pasajeros, intentando superarse mutuamente. “Vale, tienes que oír ésta”, dijo Diana, con los ojos brillantes de picardía. “Un tipo discutió conmigo sobre cómo funcionaba el cinturón de seguridad. Insistía en que lo hacía mal. Incluso me dijo: ‘Cariño, creo que sé cómo funciona el cinturón mejor que tú'”.


“¿De verdad te llamó cariño?”, preguntó Hana, su compañera de vuelo, negando con la cabeza. “¡Increíble!”. Justo cuando se estaban riendo de otra historia, Diana se fijó en un hombre sentado solo en una mesa cercana. Parecía tener unos 30 años, con una sonrisa de suficiencia en la cara. Tenía los brazos cruzados y la mirada fija en el grupo. Había algo raro en la forma en que los observaba. “Escucharlos quejarse de los hombres a los que se supone que sirven. ¿No es su trabajo hacer lo que les dicen y callarse? Típicas mujeres”.

El ambiente en la mesa cambió al instante. Las risitas y las sonrisas desaparecieron y fueron sustituidas por un pesado silencio. Las amigas de Diana intercambiaron miradas de asombro, inseguras de cómo responder, pero Diana no era de las que se echaban atrás. Aumentó su confianza y se levantó, mirando a Tony con feroz determinación. “Al menos sabemos hacer bien nuestro trabajo”, dijo, con voz fría y firme. “Quizá tú deberías aprender a mantener la boca cerrada”.

Tony no respondió inmediatamente. La franqueza de la mujer le pilló desprevenido, pero mantuvo la sonrisa de suficiencia. Pero Diana no había terminado. Miró la taza de café que tenía sobre la mesa, aún medio llena y humeante. Sin pensárselo dos veces, la tomó con el corazón acelerado y, con un movimiento rápido, derramó el líquido caliente sobre la camisa blanca de Tony. La cafetería exclamó al unísono cuando Tony se levantó de su asiento, con el café hirviendo empapándole la camisa.

“¿Pero qué…?”, gritó, tratando frenéticamente de limpiar las manchas oscuras. Su rostro se retorció de incredulidad y rabia mientras los demás clientes de la cafetería lo miraban fijamente, algunos en estado de shock, otros intentando ocultar su diversión. Diana se mantuvo firme, con una expresión inquebrantable. “Quizá la próxima vez te lo pienses dos veces antes de abrir la boca”, dijo con frialdad.

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