Cuando volví de un agotador viaje de negocios, esperaba que mi marido, David, se reuniera conmigo en el aeropuerto. En lugar de eso, prefirió ayudar a la mujer de un amigo. Furiosa y dolida, urdí un plan para darle una lección sobre las prioridades, sin saber que transformaría nuestra relación para siempre. Acababa de aterrizar tras un viaje de negocios a Tokio. Me dolía el cuerpo por el largo vuelo, pero tenía la mente despierta y esperaba con impaciencia ver a David. Llevábamos cinco años casados, y éste había sido el mayor tiempo que habíamos estado separados.
En cuanto el avión aterrizó, prendí el móvil y le envié un mensaje: “¡Ya aterricé! Estoy deseando verte”. La respuesta fue casi inmediata, pero no era lo que esperaba: “Hola, cariño. No puedo ir. Jenny necesitaba que la llevaran después de su sesión de gimnasia. Lo siento. Te compensaré”. Se me encogió el corazón. Me quedé mirando el mensaje, sintiendo una oleada de rabia e incredulidad. Jenny. Otra vez. No era la primera vez que David le daba prioridad a ella sobre mí, pero ésta era la gota que colmaba el vaso. No iba a arrastrar mi cansancio hasta casa en Uber sólo porque David no podía negarse a un favor.
Marqué rápidamente el número de Mark. Lo cogió al segundo timbrazo. “Mark, soy Sarah. Acabo de aterrizar. ¿Puedes venir a buscarme?” “Por supuesto, Sarah. Voy para allá”, respondió sin vacilar. Mark siempre era de fiar.Mientras esperaba, estaba furiosa. No podía creer que David me hubiera hecho esto. A medida que pasaban los minutos, mi frustración iba en aumento. Cuando Mark llegó a la acera, estaba a punto de estallar. Mark me ayudó con las maletas y subimos a su coche. “¿Va todo bien?”, me preguntó, dándose cuenta de que tenía los puños apretados.
“No, Mark. No está nada bien”, dije, con la voz temblorosa de rabia. “David me abandonó por Jenny. Otra vez. Esto tiene que acabar”.Mark asintió con simpatía. “Tiene que entender lo que se siente, Sarah. ¿Quieres hablar de ello?” Respiré hondo y mi rabia se redujo a una determinación concentrada. “Sí. Pero también vamos a darle una lección”. De camino a casa, me desahogué con Mark sobre todas las veces que David me había defraudado por el bien de los demás, especialmente de Jenny. Mark escuchaba, y sus asentimientos y tarareos ocasionales me animaban a continuar. Cuando llegamos a mi casa, ya tenía un plan.”Mark, ven a cenar esta noche. Quiero agradecértelo como es debido”, le dije mientras llevaba mis maletas al interior.
“Claro”, respondió con una sonrisa cómplice. Pasé el resto de la tarde preparando una comida muy elaborada. Cociné todos los platos favoritos de David, asegurándome de que todo estuviera perfecto. Puse la mesa de maravilla, con velas y nuestra mejor vajilla. Iba a ser una noche que David no olvidaría. Mark llegó justo cuando David entraba por la puerta. A David se le iluminó la cara cuando vio la cena, pero su sonrisa se desvaneció al ver a Mark.