El único hijo de una anciana se casó y se mudó a casa de su madre con su esposa. Poco después, el hombre tuvo que viajar fuera del país por trabajo, durante varios meses. Entonces la mujer aprovechó para obligar a su suegra a vivir en el garaje.
Cuando el hijo de Beatriz, Matías, se casó, le preguntó a su madre si él y su esposa Rita podían mudarse con ella a la enorme casa de 5 habitaciones en la que había crecido. Beatriz, que se sentía ciertamente sola, aceptó encantada.
Ella nunca imaginó que un día su idilio se convertiría en una pesadilla, con su amado hijo desapareciendo sin dejar rastro, y con Rita mostrando su verdadera cara de arpía despiadada y expulsando a Beatriz de su propia casa.

Matías y Rita se mudaron justo después de su luna de miel y, al principio, los tres vivían muy felices juntos. Como Matías y Rita trabajaban, Beatriz, que estaba jubilada, se encargaba de la cocina.
Los recién casados estaban más que contentos con la situación, ya que les permitía ahorrar para su propia casa y vivir con gran comodidad. En cuanto a Beatriz, se sentía contenta de tener a su hijo con ella, y se hizo gran amiga de Rita.
Las cosas cambiaron cuando Matías fue ascendido, y su empresa le exigía viajar por todo el mundo durante semanas. Para Rita, la presencia de Beatriz hizo que no se sintiera tan sola y aislada.
Las dos mujeres esperaron pacientemente el regreso de Mati y lo llamaban por Skype todos los días. Durante una llamada, Matías les informó que debía permanecer en Londres durante seis meses, lo que hizo molestar a Beatriz y Rita.
“Escuchen, Rita, mamá”, dijo Mati con suavidad. “Sé que va a ser duro estar separados durante tanto tiempo, pero después de esto, me han prometido que me ascenderán a la oficina central y ¡no habrá más viajes!”.
Rita se quejó: “¡Matías, hemos estado más tiempo separados que juntos desde que nos casamos!”.

Beatriz tuvo que dar la razón a su nuera. “Hijo querido, sabes que te adoro, pero Rita tiene razón”, dijo. “Es a ti a quien necesita Rita, no a mí”.
“Mamá, vamos”, expresó. “¡Necesito hacer esto para poder pagar nuestra propia casa! Todos tenemos que hacer sacrificios, ¡y a mí tampoco me hace mucha ilusión!”.
Dos semanas después, Matías se marchó dejando atrás a las dos mujeres de su vida. Al principio, se comunicaba con ellas por Skype todas las noches y parecía alegre y feliz, pero con el paso del tiempo, las cosas cambiaron.
Las llamadas de Mati eran más breves y parecía cansado. Luego dejó de llamar todos los días. Sus llamadas eran tres veces a la semana, luego dos, luego una… Y entonces llegó una semana en la que Mati no llamó más.
Después de la segunda semana sin llamadas, Rita y Beatriz se preocuparon. Intentaron llamar a su teléfono y al hotel donde se hospedaba, pero él no respondía a sus llamadas. Finalmente, Rita llamó al jefe de su esposo y le preguntó dónde estaba.
“¿Matías?”, preguntó el jefe, sorprendido. “¡Pero si se fue de Londres hace dos semanas! Trabajó como un loco y terminó el proyecto en tres meses. Dijo que estaba desesperado por volver a casa…”.

Cuando Rita colgó el teléfono, estaba pálida y le temblaban los labios. “Beatriz”, expresó. “¡Dicen que ha vuelto a casa! No saben dónde está”.
Rita y Beatriz se pusieron en contacto con la compañía aérea donde viajó y les dijo que Mati no había embarcado en su vuelo. Cuando llamaron a la policía británica no obtuvieron ningún resultado. Matías había desaparecido sin dejar rastro.
Las dos mujeres afrontaron el golpe cada una a su manera. Beatriz rezó, pero Rita se enfadó cada vez más y empezó a desquitarse con Beatriz.